Haití pasa por los momentos más difíciles que hayamos visto en su historia.
Los enfrentamientos sangrientos entre bandas de sicarios, que imponen el terror entre sus residentes, parece ser una película de violencia, pero no lo es.
Es el resultado, de la apropiación de sus riquezas por parte de poderosas naciones del mundo, que hoy se muestran indiferentes.
Esta cruda realidad, viene siendo advertida, desde hace una década por el exitoso político dominicano y alcalde de la ciudad de Santiago de los Caballeros, Abel Martínez.
Martínez, un visionario, es uno de los mejores intérpretes de estas acciones que tratan de llegar a República Dominicana, y poner en riesgo la seguridad de la población nacional.
Las autoridades criollas, nunca han puesto en marcha de manera real y legal, Las Leyes Migratorias del país, cómo debe hacerlo y lo hacen las naciones que defienden sus territorios, cumpliendo así, sus leyes.
En el caso que nos ocupa, hemos sido permisibles de una invasión pacífica por nuestra frontera con el vecino país por muchos años
La misma, ha contado con el apoyo de autoridades y militares, que han hecho fortunas económicas para su provecho personal de forma ilícita y abusadora, ya que conociendo la historia de enfrentamientos entre ambos países, se prestan, disque por humanidad a garantizar que nuestros enemigos vivan con nosotros en nuestra propia casa.
No es posible que exista tanta ambición económica, que ponga en peligro el clima de paz y estabilidad, por garantizar que un reducido grupo de malos dominicanos se conviertan en millonarios con negocios oscuros y sucios que ponen en riesgo nuestra independencia.
Las advertencias de Abel Martínez, realizadas , incluso en su propio gobierno del PLD, evidencian la fragilidad de quienes nos han dirigido durante mucho tiempo.
No es que seamos racistas, o estemos contra los haitianos, es que Las Leyes Migratorias de República Dominicana, tienen y deber ser cumplidas por todos los extranjeros que quieran residir en el país.
Hoy tenemos el gran problema que no sabemos por dónde comenzar, ya que nuestras autoridades han permitido la entrada de millones de haitianos que gozan de gran poder, y desconocemos sus intensiones.
Todo esto, por no aplicar las leyes como se debe.
El caso es complejo, hay preocupación, no es para menos.
Los haitianos han nacido y se les ha inculcado que el territorio nacional les pertenece, y sus intenciones son las de apoderarse del país.
Y es que sus tierras, hoy día son improductivas, producto del saqueo despiadado de países como Estados Unidos, Francia y Canadá, que se niegan a reconocer que son parte del problema que genera pobreza y hambruna en ese empobrecido país.
Cada uno, de dichos países, también han sido garantes de que los gobernantes de Haití se hayan aprovechado de todas las ayudas internacionales para desviar sus recursos a cuentas bancarias personales.
Hoy más que nunca esas naciones deben asumir sus compromisos humanitarios, cargando con una cuota de sus pobladores, garantizándoles mejores condiciones de hábitat y calidad de vida.
República Dominicana no puede ni debe hacerse responsable, como lo ha hecho por décadas, de una carga que cada día es más pesada.
Lo que pueda ocurrir entre Haití y la patria de Duarte, Sánchez, Mella y Luperon, tiene un responsable, La Comunidad Internacional, que hoy se hace indiferente a estos episodios violentos y sangrientos que sacuden la nación más pobre del universo y amenazan con tocar tierra dominicana.